Si bien en ciertos casos su azul natural podría llegar a verse un poco modificado como consecuencia de diversas condiciones, se puede decir el cielo es de color azul, y de eso no queda duda.
Así, aunque el cielo es azul a lo largo del día, lo cierto es que muy en la mañana podría volverse de un tono azul bastante claro o naranja, e incluso rojo al llegar el atardecer, tomando un color gris oscuro en la noche.
Además, se puede decir que ese tono azul suele ser diferente alrededor del planeta, lo cual no solo se debe a la ubicación, sino también a otros factores como la altura y/o los fenómenos meteorológicos.
Ahora bien, aún se mantiene la pregunta ¿por qué el cielo es azul? Especialmente al considerar que el sol, el cual provee de luz a la Tierra, es de color amarillo claro. Pues todo eso cuenta con una sencilla explicación científica, y para que puedas conocerla, a través de este post te estaremos explicando por qué el cielo es de este color.
¿Qué es realmente el cielo y por qué es de color azul?
El cielo, proveniente del latín Caelum, que a su vez viene de Caelum tangi, suele ser usualmente definido como el espacio donde mueven los astros y que por efecto de visión, pareciera rodear al planeta Tierra.
Por su parte, en materia de la astronomía, se podría decir que el cielo consiste en una esfera celeste, un tipo de bóveda imaginaria encima de la que están distribuidos el Sol, la Luna, las estrellas y los planetas.
A su vez, esa esfera celeste se encuentra dividida en varias regiones conocidas como constelaciones. En el caso de la meteorología, consiste en el área gaseosa más densa que existe en la atmósfera de los planetas.
En cualquier caso, es apropiado mencionar también que dentro de los fenómenos visibles que tienen lugar en el cielo se encuentran las nubes, el arco iris y la aurora, al igual que los relámpagos en medio de las tormentas eléctricas.
El cielo es de color azul como resultado del modo en que interactúan la atmósfera junto a los rayos solares, y es que la luz blanca, igual a la que emite el Sol, se encuentra conformada por numerosos colores de luz destinos y cada uno de ellos posee una longitud de onda propia.
Una vez que esa luz entra en contacto con materia, podrían tener lugar diversos efectos, ya que cambia de velocidad mientras viaja desde un medio (Aire) hacia otro (Agua).
Los prismas se encargan de descomponer la luz blanca en cada uno de los colores que la componen. El color azul que tiene el cielo es causado por un fenómeno conocido como “dispersión de Rayleigh”, el cual implica la dispersión selectiva de la luz a través de partículas más pequeñas que un décimo de la longitud de onda que tiene la luz.
Esto sucede principalmente en aquellos casos donde la luz viaja mediante gases, aunque podría ocurrir igualmente con líquidos y sólidos transparentes.
La dispersión de Rayleigh suele depender, principalmente, de la longitud de onda de la luz; y la luz que posee una menor longitud de onda se distingue por ser la más dispersa.
Las diminutas moléculas de nitrógeno y oxígeno presentes dentro de la atmósfera baja, se encargan de dispersar la luz de onda corta (como la correspondiente a la luz violeta y azul) en un grado considerablemente más grande que la luz de onda larga (como el amarillo y el rojo).
En este sentido, la dispersión de luz violeta (400 nanómetros) resulta 9.4 veces más grande que la dispersión de luz roja (700 nanómetros).
Y aunque las partículas atmosféricas logran dispersar la luz violeta en mayor medida que la azul (450 nanómetros), lo cierto es que el cielo se ve azul debido a que los ojos del ser humano resultan ser más sensibles ante la luz azul, al igual que debido al hecho de que parte de la luz violeta suele ser absorbida dentro de la atmósfera superior.
A lo largo del amanecer y/o durante el atardecer, la luz solar tiene que viajar a través de una mayor cantidad de la atmósfera antes de poder llegar a nuestros ojos, de modo que es dispersada incluso una mayor cantidad de luz violeta y azul, lo cual permite que sea posible entrever tonos amarillos y rojos.
El cielo también puede tener otros colores
Para terminar, es conveniente señalar que si bien no cabe duda que el cielo es azul, lo cierto es que tampoco se puede negar que existen circunstancias donde es posible observar que se torna de otro color.
De este modo, por ejemplo, en la órbita fuera de la atmósfera suele verse de un color oscuro, casi totalmente negro, debido a que no existe nada que la luz logre dispersar.
De igual manera, a lo largo del ocaso, a medida que el Sol se va acercando al horizonte, su color va pasando poco a poco de anaranjado a un tono rojo, lo cual al mismo tiempo influye sobre el color del cielo y genera un interesante contraste de colores.
Asimismo, es apropiado mencionar que alrededor del sol poniente el cielo podría volverse de igual modo de colores bastante diversos, y lo mismo puede ocurrir en aquellos casos donde el aire presenta gotas de agua, y/o partículas de polvo que reflejan en la luz emitida por el Sol.